Tiro de esquina a favor del Chaguito, quedan escasos minutos, tal vez segundos, quizás menos de lo humanamente perceptible, pero de todas formas son largas horas para todos los que estamos en
lunes, 5 de septiembre de 2011
15 Minutos (epílogo del clásico metropolitano)
Tiro de esquina a favor del Chaguito, quedan escasos minutos, tal vez segundos, quizás menos de lo humanamente perceptible, pero de todas formas son largas horas para todos los que estamos en
lunes, 1 de agosto de 2011
Resiliencia (ó de Martincito a Martincho)
El triunfo de Magallanes es categórico y solo uno del montón de disparos de los ferroviarios logró entrar en la redes albicelestes. Los carabeleros toman a su arquero y le hacen un manteo que deja ver la alegría de un niño que hoy ganó el más importante de sus partidos: contra sí mismo. Tira sus guantes y corre a abrazarme, mientras el profe me mira y sentencia: "ya no es Martincito..."
lunes, 20 de junio de 2011
Juego de Niños
Hace frío, pero a los manojitos nos les importa, ni a sus padres ni abuelos, los que ya han contestado un par de llamados de mamás “avisando” que ha comenzado la lluvia. La entrega albiceleste es total, nos llena de orgullo a todos. Martín está embarrado hasta el pelo y constantemente pasa su mano tratando de sacar el agua de su cara, pero la lluvia es majadera en su intención de distraerlo, incluso a ratos parece vestirse con la camiseta rival. El Pancho corre, probablemente sus ojos ya dieron el aviso de que no alcanzará a llegar a esa pelota esquiva, pero su corazón late más fuerte y el mensaje no es oído por sus piernas, y se desliza por el barro, y ante el asombro de todos alcanza a puntear el balón.
Los adultos hemos profesionalizado el juego, los hemos encerrado en una jaula de reglas y hasta hemos distorsionado su esencia vinculándolo al dinero. Los manojitos también juegan, pero juegan en serio, como juegan los niños… Creo que los que miramos la gesta intuimos, pero no alcanzamos a recordar, la razón que mueve a estos niños a jugar con tanta pasión… tal vez cuando niños también jugábamos así, y a medida que fuimos creciendo, alguien nos comenzó a decir “tranquilo hijo es sólo un juego” y dejamos de jugar en serio, y así nos hicimos parte del anecdotario familiar que concluía cualquier relato con un “le ponía tanto color cuando jugaba…”
Cae la lluvia sobre Maipú y los manojitos juegan contra Colo-Colo, un clásico de abuelos jugado por nietos. Se nota el cansancio en la cara mojada del Tomi pero las energías le sobran para deshacer el ataque albo; Martín lo aplaude, toma la pelota y la tira gritando: ¡dale Pancho!
lunes, 13 de junio de 2011
Manojito
Con el tiempo dejó de gustarme el fútbol, incluso empecé a odiarlo gracias a las masas de delincuentes que a propósito de un partido, se tomaban la calle haciendo gala del más puro salvajismo. Esta sensación nos llevó a mi y a la mamá de Martin a acordar que a nuestros hijos no le regalaríamos ni pelotas ni camisetas de fútbol ni nada para evitar que se transformaran en uno de esos energúmenos.
Pero la vida se abre paso sola…Martín llegó a casa un día diciendo que quería aprende a jugar a la pelota, pero como en nuestra casa no había ningún objeto redondo pateable, y yo soy un desastre con un balon en los pies, decidimos llevarlo a una escuela de fútbol. Como es poco ágil con los pies, más alto de lo normal, pero diestro con las con las manos (quería que fuera baterista como la mamá o guitarrista como yo) fue a parar al único puesto donde un niño con esas características podía llegar: arquero… y eso cambió su vida: dejó de ser el regalón que se escondía detrás de mí, para “aperrar por su escuela” saco la voz, y si bien mas de alguna vez la pena llenó sus ojos de lágrimas al recibir un gol, ha logrado de a poco relucir toda su perseverancia y personalidad. Es esta pasión es la que lo mueve a portarse bien, hacer las tareas, lavarse los dientes, tomar toda la leche y un montón de cosas más para subir a mi moto,
El Domingo veo sus ojitos cuadrarse y con un brillo especial, su capacidad de asombro se desborda en una mirada curiosa que avanza por su rostro en cada paso que lo adentra a un mundo que solo conocía por tv. De pronto su expresión cambia: ya no es una alegría curiosa, sino una alegría de niño bueno, de niño lindo, cuando un trozo de tela pintado con tempera de género llega a sus manos para transformarse en un bien más preciado que su play station… Comienza la música y aprovechando un compás de silencio de los experimentados bronces de la banda se escucha un “Magallanes ”. Martín grita también y agita su nuevo tesoro. En la cancha juega “su” equipo, el mismo que defiende con sus amigos, con el Pancho, el Tomy
Vamos de regreso en uno de los días mas felices para ambos, voy sobre