El verdadero hombre no mira de qué lado se ve mejor si no de que lado está el deber; y ese es el único hombre práctico, cuyo sueño de hoy será la ley del mañana. José Martí

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viernes, 3 de febrero de 2012

Blues y Poesía

Siempre encontré media blanda mi rformación, tal vez porque nunca compré la parada de intelectual sensible curtida en el barrio alto, o de profesor "místico-proleta" que tenian algunos en mi linda universidad cuica... lgrandes académicos con infulas sociales pero cota mil al fin y al cabo. Pero de puro mateo que fui la vida me regaló grandes maestros, de los que aprendí sin lapiz ni cuaderno a la antigua: en la mañana despierto con la Julieta Sadkovia, y con Jesús Adolfo Largo Hidalgo impresindibles e inspiradores siempre, las tardes me las paso tomando vino con Alterego Endesangre Andres Alberto Ronda Gomez, porque todos los vinos tienen el sabor de sus palabras cuando me emborracho; y en las noches me voy de viaje con Hernán Castillo Segura y mi narcótico cafe con merken.
Los recuerdo con cariño hechando mano a sus bicicletas o a la Macul-Renca, para ir a mezclar sus versos con el blues de Marcelo Campos, mi maestro, y en los que yo sólo ponia una exagerada teatralidad pirotécnica; Marcelo, como buen maestro, se limitaba a dejarme ser y alentarme en ese jugar a ser rockero (aunque fuera blues),porque él ya transitaba en el camino opuesto, en el de los que saben, tocar la nota justa en el momento exacto, como dicen los abuelos "él venía de vuelta". Con ellos aprendí que la guitarra era un instrumento, una herramienta para componer el encuadre exacto de sus versos, la música al servicio de la poesía y sus versos al servicio de nuestra sensibilidad.
Quizás el más influyente musicalmente ha sido Andrés, mil veces juntos haciendo tatro, blues, poesía, miles de cosas, con él no necesito hablar es llegar y tocar... porque asi eran las cosas con él: encontrarse y hacer música. La incorporación de Julio (aterelgo) a esta dulaidad nos hizo despegar y descubrir universos musicales que hasta esos momentos, por lo menos en mi modesta experiencia, no tenía idea que existían; a Julio le debo un agradecimiento a parte, el me presentó a mi alma gemela en la música: Christián Castillo, quizás el unico en el planeta que logra entender a cabalidad mi concepción sobre la musica y que posteriormente me invito a crecer en mi banda actual Café Con Merkén.
Jesus es un mundo aparte, creo que gran parte de los que lo conocemos y que hemos disfrutado de sus pesía sentimos por él una profunda admiración (incluyo a todos los nombres que figuran aqui). Jesús tiene un don: que Mario (mi mas asiduo y tal vez unico lector) lo sintetizó una de las tantas veces que lo escuchamos recitar: La potencia de sus imagenes.
Por Julieta, La Flor, tengo un cariño especial porque su pesía tiene una relación directa con mi lápiz: cada vez que la leo, me arrepiento de haber destinado todas las horas a la guitarra y no haber guardado un par para aprender de su manera de escribir. Ella escribe desde donde me gustaria escribir a mi, siento que entre sus huesos y el papel no hay filtro alguno, y esa transparencia, bella y conmovedora simplemente me encanta y me inspira, me encantaría escribir como ella, con esa intensidad.
Indudablemente creo que el mas bello e importante recuerdo que tengo con este lote es el primer Blues y Poesi: allí estuvieron todos. Una anecdota: yo no iba a ir, porque se supone que cada banda tendría su poeta, y yo no alcancé a anotarme con ninguno y ademas no tenía banda, sin embargo la noche anterior soñé con tocar ahí y al otro día despues de la pega me fui con la guitarra y todo... finalmente llego solo un baterista, un bajista y dos guitarristas -Marcelo y yo- y ahi mismo armar una banda... una de las noches mas bellas de mi vida, tocando con una lluvia tan intensa como los versos y acordes, guitaristas bajo la luz, poetas de pie sobre las mesas llenando de versos el aire mientras sus papeles volaban por sobre las cabezas de los espectadores,
Con Julio y Andrés, y con la colaboracion del Gato y carlos con su guitarra ausente, nos embarcarmos en la busqueda de la palabra y poesia popular... llegamos a un trabajo muy fino y del cual me siento orgulloso porque es una de las cosas más acabadas en las que he contribuido, de hecho a excepción de lo que estoy haciendo con cafe con merkén y mi disco elctrónico, es sin duda el punto más alto en mis años de guitarrista. Para los que la vieron, un dato: el segundo acto fue totalemente improvisado y siempre lo planeamos asi, siempre quisiemos que el publico, que escogimos con pinzas, se llevara algo único e irrepetible. La obra fue grabada por Dolfito con un solo inconveniente: yo no sabia tocar cueca y le costó varios vasos de vinos, un tanto mas de cigarros pero sobre todo muchas risas...
hay muchas más, con Andrés son muchas las veces que nos hemos encontrado y terminamos hciendo musica, Jesus hace poco invitó a Cafe con Merkén al lanzamiento del libro de su colectivo poetico, en el publico estaba la Flor asi que ahi nos dimos un abrazo despues de años sin vernos...
Pues bien, disgregados en sus ocios y placeres unos, por sus luchas y fragores otros, pasean en el ciber espacio esparciendo sus versos... yo desde mi conversatorio les agradezco mucho el hecho de podoer tocar con ustedes y haberlos acompañado y por su puesto la posibilidad de segurirlos leyendo...

jueves, 20 de septiembre de 2007

La Guitarra y el Diablo: Robert Leroy Jonhson



De Robert Johnson se conoce sólo 29 canciones, dos fotografías y retazos confusos de una biografía que termina en muerte violenta a los 27 años. Este escaso material permitió construitr un mito: pasado más de medio siglo años de su desaparición, sus 29 canciones se han convertido en clásicos versioneados hasta la saciedad, sesudos expertos continúan buscando una supuesta tercera fotografía y el volumen de libros y artículos publicados sobre su figura supera con creces lo que podría pensarse que 27 años pueden dar de sí.

Sus datos biográficos se confunden con la leyenda que él mismo fomentó y que en los años 60 creció hasta alcanzar la categoría de mito. Según los estudios más fiables, nació en Hazlehurst, Mississipi, el 8 de Mayo de 1911. Hijo ilegítimo de Julia Dodds y de Noah Johnson, en su infancia acompañó a su madre en un constante peregrinar por las camas y domicilios de sus amantes; a los 17 años se casó con Virginia Travis, pero ésta falleció a la edad de 16 años junto al niño que estaba esperando. Jonhson, entonces, se vinculó con una mujer mucho mayor que él, la primera de una larga serie de amantes que fue incrementando hasta su muerte. A lo largo de su vida tuvo un extenso e inconcreto número de hijos, todos ellos ilegítimos. Uno de ellos, Claude Johnson, conductor de camión de más de 70 años, mantuvo una dura batalla legal por sus supuestos derechos. A finales de los 90, un juzgado de Mississipi le declaró único heredero.



Sus comienzos en el mundo del blues, primero con la armónica y después como mediocre guitarrista, tuvo lugar con el padrinazgo de músicos de la talla de Charlie Patton, Son House o el entonces desconocido Willie Brown, a los que acompañaba en sus giras por garitos y tugurios de la zona cercana a Robinsonville. El propio Son House contaría años más tarde: “Entonces no era más que un chiquillo. Soplaba muy bien la armónica pero quería ser guitarrista. Cuando salíamos de noche para ir a actuar a algún baile, él solía escabullirse de su casa y aparecía donde nosotros estábamos. Ni a su madre ni a su padrastro les gustaba que frecuentase aquellos bailes del sábado por la noche, pues allí había tipos realmente muy violentos”.



Tras la muerte de su mujer su carácter taciturno e inclinado a la bebida se acentuo más aun al alternar sus trabajos como temporero del algodón y tocar música para divertir a los trabajadores de las plantaciones. Según declara años más tarde Son House, tras una conversación con el músico de Alabama Ike Zinnerman, en la que éste aseguró que aprendió a tocar el blues a medianoche y sobre una tumba; Robert Johnson desapareció de Robisonville sin que nadie supiera de sus andanzas hasta que, pasado un año, vuelve a aparecer y a encontrarse con sus amigos. El inexperto guitarrista se había metamorfoseado en un interprete rotundo que hacía palidecer a todos los bluesmen de la zona, como si en algún lugar desconocido alguien le hubiese regalado esa voz aguda y alterada por falsetes increíbles y una forma intuitiva de tocar la guitarra que crearía escuela; las cuerdas bajas marcando un walking bass hipnótico y las otras adquiriendo vida propia. Con el slide arrancaba lamentos como nadie lo había hecho.



Para sus conocidos la escuela donde tuvo lugar su su aprendizaje no era ningún misterio; el camino era bien conocido en el Delta y muchos otros lo habían seguido antes. Tommy Johnson, otro músico de la misma zona y de la misma época lo cuenta con sus propias palabras “Para aprender a tocar todo lo que quieras y componer tus propias canciones; tienes que llevar tu guitarra a un cruce de caminos, al lugar donde dos caminos se cortan. Ve allí y asegúrate de estar en el sitio preciso antes de la medianoche; entonces, coge la guitarra y toca algo tuyo. Un hombre grande y negro irá hasta allí, cogerá tu guitarra y tocará para ti, hará sonar tu canción y te devolverá la guitarra. De esta forma aprendí todo lo que necesito para tocar.”



Con la ayuda del del diablo, Robert Johnson se conviertió en un músico profesional en una época en la que, según B. B. King, “ser negro y tocar blues, era ser negro dos veces”. Adquierió rápidamente prestigio en la zona del Delta y viaja a St. Louis, Chicago, Michigan y Nueva York. Johnny Shines, uno de sus compañeros de viaje, recuerda “…Robert siempre estaba limpio. Podíamos viajar durante todo el día en el furgón de carga de un tren o en algo peor; cuando te mirabas al espejo estabas sucio como un cerdo, pero él siempre estaba limpio. No se como lo hacía. En esas épocas no necesitábamos tener un sitio donde ir.” En cada pueblo Johnson seguía el mismo ritual: sin un motivo aparente, recogía sus escasa pertenencias y desaparecía ante el asombro de sus compañeros. Otras veces eran turbios asuntos con mujeres ajenas los que le obligaban a partir… “las mujeres eran para él como las habitaciones de los hoteles; podía volver a la misma, pero siempre la dejaba en el sitio donde estaba”. Concluye Shines.



Por esas épocas tomó contacto con otros músicos, Robert Nighthawk y Sonny Boy Willianson en Helena, Henry Townsend, Pettie Wheatstraw y Roosevelt Sykes en St. Louis. Con el tiempo parece que todos los músicos de blues, activos o no a mediados de los 30, conocieron a Robert Johnson.



En 1936, un agente de la American Records Corporation, Ernie Oertle, escuchó tocar a Robert y avisó de inmediato a Don Law, un cazatalentos de la compañía. Muchos años después relató su encuentro a Frank Driggs de la compañía Columbia.: “…Don Law se consideraba a sí mismo responsable de Johnson en todos los sentidos. Le buscó una habitación en una casa en las afueras de la ciudad y le dijo que procurara acostarse temprano, pues la sesión debía empezar a las diez de la mañana del día siguiente. Law se reunió con su esposa y unos amigos para cenar en el hotel Gunter. Apenas había empezado a cenar cuando sonó el teléfono. Un agente de la policía local llamaba desde la cárcel donde Robert estaba recluido acusado de vago y maleante. Law acudió enseguida para encontrar a Johnson maltrecho y con la guitarra destrozada como consecuencia del trato habitual para los presuntos delincuentes negros en los estados sureños. Law consiguió la liberación de Robert bajo su custodia y responsabilidad; lo acompaño a la pensión, le dio 45 centavos para el desayuno del día siguiente y le insistió en que no se moviera de allí durante el resto de la noche. Al llegar al hotel Don Law volvió a escuchar el teléfono: esta vez era Johnson, le faltaba medio dollar para acostarse con una mujer.



A pesar de todas las dificultades Robert Johnson consiguió realizar cinco sesiones, todas ellas con Don Law y todas ellas para la A.R.C. Las tres primeras tuvieron lugar en una habitación del Hotel Gunter de San Antonio, Texas (23, 26 y 27 de noviembre de 1936) y las otras dos en la trastienda de un almacén en Dallas y en circunstancias muy similares el 19 y 20 de Junio de 1937.



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En las primeras sesiones se grabaron 16 temas. Cinco de ellos verían la luz en forma de 78 rpm y uno, Terraplane blues, lograría un cierto éxito en las listas de discos para negros en la época de la depresión. Hoy en día, la posesión de uno de esos escasos ejemplares supone una pequeña fortuna. A Robert le supuso un billete de vuelta a casa con unos dólares en el bolsillo, más de los que tuvo nunca. Durante una breve temporada disfrutó de su triunfo pavoneandose ante las chicas y los otros músicos con su disco en la mano. Después, cuando el dinero hubo desaparecido, tomó un tren a cualquier sitio y se esfumó de nuevo.



De sus últimas sesiones, seis meses y medio más tarde, nacerían otras 13 canciones. Esto, 29 temas y 11 tomas alternativas; más dos fotografías constituye todo su legado. A finales de 1938, Don Law y John Hammond intentaron contactar con él; el primero para realizar más grabaciones y el segundo con un contrato para las giras “From spirituals to swing”. Robert Johnson llevaba más de cinco meses muerto. Hammond pensó recurrir a Blind Boy Fuller, pero estaba encarcelado; al final, Big Bill Broonzy le sustituiría en las giras. El diablo tampoco regala nada y, al final, cobra sus deudas.



De la muerte de Robert Johnson circularon distintas versiones; suicidio según unas; magia negra según otras… Son House, que toda su vida le recriminó su vida descarriada; escuchó que una mujer le había envenenado; Johnny Shines recuerda haber oído contar que estuvo durante días corriendo sobre sus manos y sus rodillas, como un perro, hasta que el diablo vino a llevárselo. La verdad no se supo hasta muchos años más tarde. En 1968 Gayle Dean Wardlow descubre una partida de defunción y, simultáneamente, se hacen publicas las declaraciones de dos supuestos testigos que, aunque difieren en los detalles, coinciden en lo principal y aportan los datos definitivos.



Nadie pareció darle importancia en su momento a la muerte de un guitarrista; esas cosas eran lo suficientemente normales en esa época entre los vagabundos negros. En aquellas épocas, ser músico de blues era un oficio peligroso, los otros músicos envidiaban tu éxito, las mujeres te odiaban si ponías los ojos en otras y los hombres te odiaban si ponías los ojos en sus mujeres. Robert estaba en el mejor de sus momentos. Con la música y con las mujeres. Los testimonios de ambos testigos coinciden en líneas generales; en Agosto de 1938 Robert Johnson estaba tocando en el local de baile de un pequeño pueblo llamado Three Forks, a unas 15 millas de Greenwood. El local era propiedad de un individuo llamado Ralph, con cuya mujer Robert mantenía relaciones. Una noche, este hombre le ofreció una bebida envenenada con estricnina. Poco más tarde Robert Johnson tuvo que dejar de tocar y fue conducido a la ciudad. Falleció tras varios días de agonía en casa de un conocido.



Declaraciones posteriores de Sonny Boy Willianson aportaron tintes más coloristas a la historia. Al parecer esa noche la armónica de Sonny compartía cartel con Robert. El conocía la historia de los amoríos de su compañero con la esposa del dueño del local y había captado el ambiente tenso y las miradas torcidas de algunas personas. Durante una pausa en la música alguien trajo una botella abierta con media pinta de whisky en su interior y se la ofreció a Jhonson marchándose después. Cuando este comenzó a beber Sonny intentó apartar de sus labios la botella “Nunca bebas de una botella abierta. No sabes lo que puede haber dentro.” Robert le contestó de una forma tajante muy acorde con su carácter “No vuelvas a quitarme una botella de whisky de las manos”.



El documento de su defunción carece de la firma de un médico. Su madre y su cuñado asistieron a su entierro en un ataúd de madera pagado por el estado. Aunque varios lugares de la zona se disputan el dudoso orgullo de alojar sus restos, parece ser que fue enterrado en el pequeño cementerio de la Zion Church, cerca de Morgan City. En su tumba no figuró ningún nombre pero está situada a un tiro de piedra de la carretera comarcal nº 7 de Mississipi; para que, como él había cantado “…Mi viejo y maldito espíritu pueda subirse a un autobús Greyhound y marcharse.”



La influencia de Johnson en el panorama musical que surge en los años 60 y continúa en nuestros días es inabarcable y sobradamente conocido. La admiración manifestada por muchos de los mejores interpretes y compositores, no solo dentro del blues; las mil veces versioneadas 29 canciones, las reediciones de aquellas cintas grabadas en la habitación de un hotel y en la trastienda de un almacén… Hasta el gobierno de los Estados Unidos ha hecho circular un sello de correos que reproduce una de las dos fotografías que conocemos de él. Su biografía sigue siendo confusa y presentando lagunas desconocidas, alguien dijo que investigar sobre ella es como seguirle los pasos a un fantasma. Nunca podremos saber lo que hubiese sido su música si hubiese estado presente en el resurgimiento del blues y hubiese llegado a alcanzar la edad y la capacidad creativa de Muddy Waters, John Lee Hooker o B.B. King. El diablo hizo bien su trabajo, le dio la fama y la inmortalidad; pero de una manera que él no pudo saborear y que ha dejado un rastro vago e impreciso de su persona.





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