Iceber

Alguna vez JF Kennedy señaló que al finalizar el siglo XX probablemente el hombre habría llegado a la luna y acabaría con el hambre en el mundo. “¡llegar a la luna! Exclamaron los más incrédulos… Era evidente que tamaña tarea era, para los ojos de sus contemporáneos, imposible. Solo unos cuantos años después de dicha estas palabras, los norteamericanos cumplieron la fantasía galáctica de Kennedy; sin embargo, el siglo XX se ha ido y el hambre en continentes como África, Asia, incluso América, sigue siendo una interrogante inconclusa. Si hablamos hoy de las proezas del siglo pasado, probablemente la imagen más potente sea la del Apolo 11 y sus astronautas, la imagen de una nación que ya no solo tenía aspiraciones globales, si no que ahora sus dedos, tecnología mediante, ya rozaban el infinito.

Pues bien, el bicentenario, nos legó a los chilenos otra proeza, el rescate de 33 hombres bajo tierra, tarea que parece imposible de lograr bajo cualquier punto de vista. Sin embargo los esfuerzos de gestión, planificación y ejecución no sólo lograron cumplir la hazaña, hicieron de ella una lección para el mundo entero, hicieron de ella, en definitiva, “la” imagen de Chile en el mundo… Sin embargo, pese a la espectacularidad del rescate, me quedó dando vuelta otra imagen: la de los otros mineros, la de aquellos que aun no reciben sus sueldos y sus finiquitos, aquellos que muerden el hambre entre las arenas de Atacama, aquéllos que, en nuestra alegría, les dimos la espalda..

Vuelve a mi, entonces, la imagen del iceberg, ese que mandamos al España para decirles al mundo que no éramos un país tropical como el resto de Latinoamérica. Ese trozo de hielo viene a mi como un espejo: frente a él la proeza del rescate aparece como el único trozo visible de una realidad inmensa que el mar de luces, cámaras y micrófonos no dejan ver pero cuyo frío estremece: en Chile, es más fácil sacar a 33 hombres bajo tierra que hacer cumplir la ley…